"Pseudociencias y formación científica" en el Diario La Rioja
Como profesores e investigadores universitarios, formados y pagados con dinero público, es nuestro deber poner esa formación y conocimiento al servicio de la sociedad. Por ello, no alertar de lo que suponen las pseudociencias sería una dejadez de nuestras funciones. Hace un año publiqué una tribuna de opinión en el Diario La Rioja sobre el engaño de la homeopatía. El pasado sábado salió en prensa una tribuna más general sobre las pseudociencias y la necesidad de una adecuada formación científica.
Gracias al Diario La Rioja por dar cabida a estos artículos y al servicio de comunicación de la Universidad de La Rioja por promover, aconsejar y facilitar el trabajo.
Os dejo el texto y la foto del artículo.
Pseudociencias y formación científica
Vivimos en un mundo tecnológico
donde la ciencia juega un papel indispensable. El progreso de los últimos
siglos se debe en gran parte a las mejoras que ha traído consigo el avance
científico. La esperanza de vida en el mundo desarrollado se ha duplicado en
poco más de cien años. No solo eso, en el tercer mundo, donde el acceso a los
nuevos avances es indiscutiblemente más lento, también se ha observado un claro
aumento en la esperanza de vida. Vivimos más y vivimos mejor, aunque es
evidente que seguimos luchando por erradicar enfermedades que seguramente en
unas decenas de años habrán desaparecido o serán crónicas.
Se podrían destacar
tres hitos del progreso científico-tecnológico que han permitido salvar millones
de vidas en Siglo XX. La potabilización del agua mediante cloración, que desde
principios del Siglo pasado ha permitido la reducción de las enfermedades
infecciosas trasmitidas por el agua. El descubrimiento y empleo de las vacunas
que ha logrado erradicar enfermedades que en el pasado considerábamos plagas
bíblicas. Y por último, el estudio y desarrollo de los antibióticos y el uso
masivo de la penicilina que hicieron que muchas infecciones mortales pudieran
ser curadas con la simple ingesta de estos compuestos.
La Ciencia en la que
se fundamentan esos hitos requiere inversión y tiempo y siempre se ha buscado
un camino más corto para poder avanzar, sobre todo en el terreno de la salud, a
pasos agigantados. Sin embargo, no existe una varita mágica ya que el cuerpo
humano es un complejo reactor químico y aquello que nos permite la vida, el
oxígeno, es lo que nos va envejeciendo. Solo el concienzudo trabajo de
investigación científica nos ayudará a seguir viviendo más y viviendo mejor. Y
aquí por desgracia las pseudociencias tienen el campo abonado. Supongo que ya
poca gente creerá en cartas astrales y que nuestro destino está escrito por la
fecha de nacimiento y determinadas disposiciones planetarias. Sin embargo, estas
y otras pseudociencias tienen cabida de forma habitual en el mundo que nos
rodea y algunas sobre cuestiones tan sensibles como la salud.
Así, tanto para las
enfermedades comunes y poco agresivas como los catarros y gripes, como para los
cánceres terminales, podemos encontrar tratamientos cuya validez no está
probada científicamente pero que sin embargo se publicitan y se venden
alegremente. Así, las mal llamadas medicinas alternativas tienen terreno
propicio para su expansión.
Y no nos
equivoquemos, si la industria farmacéutica es un negocio, la medicina no basada
en evidencia, también lo es, pero sin pasar controles y sin mostrar eficacia y
en la mayoría de los casos engañando claramente. La homeopatía, las flores de
Bach, el reiki, la fitoterapia, los chackras y cada vez más “preparados” que
nos venden por televisión como la baba de caracol, productos antioxidantes,
rejuvenecedores… Podemos encontrar promociones de consumos saludable tanto de
agua destilada o de lo contrario, de agua con alta salinidad. Dietas milagrosas
como la alcalina y la contraria, es decir la ácida. Tratamientos para prevenir
el cáncer que consisten en oler limones, movimientos antivacunas… Vivimos desde
hace años rodeados de ondas de radio y nadie elevada quejas a instituciones por
ello. Sin embargo, si hay movimientos contrarios a la Wi-Fi cuando ambas radiaciones
están entre las no ionizantes, las más bajas en energía dentro del espectro
electromagnético. Tenemos partidos de diferente signo político propugnando
ciudades o regiones libres de transgénicos, cuando nuestra vida, nuestra
evolución se ha hecho posible gracias a azarosas mutaciones genéticas.
En mi opinión hay dos
vías para atajar el avance de la pseudociencia. Por un lado sería necesaria una
legislación que impida la promoción de productos o protocolos que puedan llegar
a ser perjudiciales para la salud, por si solos, o por incentivar el abandono
de la auténtica medicina. Por otro lado, sería crucial incidir en una correcta
formación científica desde la Educación Primaria. Es fundamental que todos los
niveles sociales, políticos incluidos, tengan una formación científica adecuada
a nuestro siglo XXI. Para poder conseguirlo, la preparación de los futuros
maestros que han de impartir esa formación es vital.
Como ejemplo de la
escasa formación científica, un informe reciente de la Fundación Española para
la Ciencia y la Tecnología mostraba, entre otros datos, que más de un 50% de
los españoles pensaban que los antibióticos son efectivos contra las
enfermedades víricas como la gripe. No es solo cuestión de impartir más o menos
horas de ciencias, es cuestión de replantearse que queremos que nuestra
sociedad sepa de Ciencia. Tenemos que conseguir que los alumnos no vean las
Matemáticas, la Física, la Química… como insalvables muros académicos sino como
las herramientas que nos ayudaran a comprender el mundo y evitar que nos
engañen. Sin abandonar el aspecto educativo, algo que está haciendo también
mucho daño para esta formación científica es el dar cabida en espacios
universitarios a las pseudociencias con títulos propios que abalan las bondades
de procedimientos acientíficos y más propios de la Edad Media que del Siglo
XXI.
Trabajo científico riguroso, sostenido en el tiempo
y sin atajos y sobre una base de formación científica constante desde la Educación
Primaria son y serán las claves del progreso.
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